¡Refugio comenzando una nueva vida!
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Testimonio de Juan, 32 años
"Mi historia con el crack comenzó hace unos años, cuando buscaba una forma de escapar de la rutina y del estrés de la vida diaria. Al principio, fue solo curiosidad. Una noche, en una fiesta, alguien me ofreció. Pensé que sería solo una experiencia, pero pronto se convirtió en algo mucho más grande.
Lo que comenzó como diversión se transformó en una necesidad. Sentía que cada vez que lo usaba, todo se volvía más fácil, más ligero. Pero la realidad es que, tras cada subida, venía una bajada aún más profunda. Mis relaciones se resintieron. Me alejé de mi familia y amigos; ya no les importaba a ellos lo que estaba pasando, solo quería mi próxima dosis.
Perdí mi trabajo, mis ahorros y, lo peor, mi dignidad. Hubo un momento en que me di cuenta de que estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por conseguirlo. A medida que me hundía, sentía que estaba atrapado en una oscuridad sin salida. Mis días se volvieron una lucha constante entre el deseo de salir de ese mundo y la atracción del crack.
Finalmente, un día, después de un episodio muy grave, decidí que no podía seguir así. Busqué ayuda. Entré en un programa de rehabilitación donde conocí a otros que compartían mi lucha. Aunque al principio fue difícil, empecé a entender que no estaba solo.
La recuperación es un camino largo y complicado, pero hoy puedo decir que estoy en un lugar mejor. Aprendí a enfrentar mis emociones y a buscar apoyo en lugar de huir de mis problemas. Mi relación con mi familia se está reconstruyendo, y aunque aún hay días difíciles, estoy comprometido a mantenerme sobrio.
Quiero compartir mi historia para que otros sepan que hay esperanza. Si estás luchando, no tengas miedo de pedir ayuda. Puede ser el primer paso hacia una vida mejor.".
Testimonio de Marta, 29 años
"Estuve en recuperación durante casi dos años y, al principio, todo parecía estar yendo bien. Había aprendido a manejar mis emociones y a construir relaciones más sanas. Mi vida había mejorado tanto: volví a trabajar, me reconecté con mi familia y empecé a sentirme como yo misma otra vez.
Sin embargo, hace unos meses, pasé por un período muy estresante. Una serie de problemas en el trabajo me llevaron a sentirme abrumada y ansiosa. En ese momento, pensé que solo necesitaba un pequeño descanso, algo que me ayudara a relajarte. Así que, un día, decidí tomar una copa. Creí que podría controlarlo, que no volvería a caer en viejos hábitos.
Lo que comenzó como una sola copa rápidamente se convirtió en una botella. Sentí que había perdido el control de nuevo, y aunque intenté esconderlo, la culpa y la vergüenza me consumieron. Me encontré mintiendo a mis amigos y familiares, diciendo que todo estaba bien cuando, en realidad, estaba de nuevo atrapada en la oscuridad del alcohol.
La recaída fue devastadora. Todo lo que había construido se desmoronó en cuestión de semanas. Me sentía sola, atrapada y desesperada. Pero en ese momento, decidí que no podía seguir así. Busqué ayuda nuevamente y regresé a mi grupo de apoyo.
La recaída fue un duro recordatorio de que la recuperación es un proceso continuo y que no hay garantías. Ahora, estoy trabajando para reconstruir mi vida y aprender de mis errores. Me estoy enfocando en ser honesta conmigo misma y con los demás. Estoy aprendiendo a enfrentar el estrés de maneras más saludables.
Aunque sé que el camino hacia la sobriedad puede tener altibajos, tengo la esperanza de que cada día es una nueva oportunidad para seguir adelante. Si alguna vez te encuentras en una situación similar, recuerda que no estás solo y que siempre hay una manera de volver a empezar."
Testimonio de Ana, 75 años
"Mi historia como madre de un hijo adicto comenzó hace unos años, cuando noté que algo no estaba bien. Mi hijo, Pedro, siempre fue un chico brillante y cariñoso, pero poco a poco empezó a cambiar. Se volvió distante, y su comportamiento se volvió errático. Al principio, pensé que era una fase normal de la adolescencia.
Pero un día, encontré una bolsa de sustancias en su habitación. Fue como si el mundo se me cayera encima. No sabía qué hacer. Sentí miedo, culpa y desesperación. Intenté hablar con él, pero se cerró aún más. La adicción se fue apoderando de su vida, y con ello, de nuestra familia.
Pasé noches sin dormir, preocupada por su seguridad. Intenté buscar ayuda, pero a menudo me sentía impotente. A veces, sentía que lo estaba perdiendo, y la culpa me consumía. Me preguntaba si había algo que podría haber hecho diferente, si había fallado como madre.
Después de muchos altibajos, Pedro finalmente aceptó ir a un centro de rehabilitación. Fue un proceso difícil, lleno de retos y recaídas. En ese tiempo, comencé a asistir a grupos de apoyo para familiares de adictos. Allí conocí a otras madres que compartían mi dolor y mis luchas. Aprendí que no estaba sola y que había recursos y herramientas para manejar esta situación.
La recuperación de Pedro ha sido un viaje largo, y aunque todavía hay días difíciles, hemos trabajado juntos en la reconstrucción de nuestra relación. Ahora entiendo la importancia de la comunicación y de establecer límites saludables. Aprendí a cuidar de mí misma y a buscar apoyo, porque también es vital que los familiares se cuiden.
Hoy, aunque todavía enfrentamos desafíos, estoy agradecida por los pequeños avances. Ver a Pedro luchar por su sobriedad me llena de esperanza. A todas las madres que están pasando por esto, les digo: no pierdan la fe. La recuperación es posible, pero también es importante cuidar de uno mismo en el proceso."
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